#8 Sonido, memoria y máquinas
Cómo convertí grabaciones domésticas en bordados usando programación y fabricación digital.
En el piso en el que crecí había un casete que contenía una grabación doméstica en la que se escuchaba a mis padres jugando con mi hermano, cuando este era solo un bebé. La cinta, grabada con un aparato casero, siempre me fascinó por su capacidad de preservar un momento efímero de la familia, que yo no había vivido y que era irrepetible, y que solo podía imaginar a partir de aquellas voces, tan distintas a las actuales.
Hará cosa de cinco años, pensé que sería curioso hacer algo parecido y empecé a grabar escenas domésticas con mis hijos, sin una intención muy clara más allá de la de generar un pequeño archivo familiar. La idea encajaba con uno de mis intereses, que empezaba a germinar por aquella época, y que tiene que ver con la música ambient, el field recording, los paisajes sonoros y el uso del sonido con fines artísticos o sociales. 🤓 Por cierto, fruto de aquel interés escribí un artículo sobre sonido y economía de la atención para el CCCBLab.
El año pasado, en el marco del máster de computación creativa que estuve estudiando, se me ocurrió que que quizás podía aprovechar mis grabaciones familiares como materia prima para algunos proyectos del curso. La idea fue creciendo y madurando hasta el punto que mi trabajo de final de máster consistió en una serie de bordados creados a partir de las voces de mis hijos, que convertí en imágenes usando el lenguaje de programación p5.js y que pude materializar aprendiendo a usar una bordadora digital.
🧵 Podéis ver todos los bordados en mi página web.
Más allá del resultado final, guardo mucho cariño al proceso de aprendizaje y producción, que duró varios meses y que solo fue posible gracias a l’Ateneu de Fabricació Digital de Gràcia, en el que me enseñaron a usar la bordadora y me dieron acceso a usarla para el proyecto, todo ello de manera gratuita, solo a cambio a de que generase algún tipo de retorno social.
Viva lo público, hay que decirlo más.
🔉 El sonido y la memoria
Dejando de lado el proyecto, apunto un par de temas derivados de todo esto y a los que todavía doy vueltas.
El primero tiene que ver con la relación entre sonido y memoria, y en si podríamos usar la escucha para capturar de algún modo este presente acelerado y dominado por lo visual. El registro de sonidos se ha usado fundamentalmente en biología y etnografía y, aunque la preservación nunca ha sido su motivación principal, se ha derivado de ella de manera inevitable. Un ejemplo clásico es el del trabajo de Bernie Krause, un investigador que, tras grabar sonidos de la naturaleza durante más de cuatro décadas, ha evidenciado cómo la comparación de registros sonoros históricos muestra la pérdida de biodiversidad a causa de la actividad humana.
Más allá del ámbito científico, me pregunto si podríamos usar este mismo enfoque para preservar sonidos desde una perspectiva cultural, a la par que íntima. Murray Schafer, considerado el padre del paisaje sonoro, hablaba de “marcas sonoras”, sonidos específicos de algunos lugares, que deberían preservarse porque merecen un lugar en la Historia, “tanto como una sinfonía de Beethoven”.
Se me hace difícil articular todo esto en lo cotidiano, pero os dejo la duda acompañada de una referencia a ‘World Trade Center Recordings’ (1999-2002), la obra del artista Stephen Vitiello. Durante una residencia en las Torres Gemelas, Vitiello había grabado sonidos desde dentro y fuera del edificio, tratando de captar la diferencia entre el bullicio urbano y el silencio que generaban las ventanas selladas. La obra se presentó tras los atentados de 2001, por lo que aquellos registros adquirieron una categoría de memorial no prevista en la grabación inicial.
🧶 El bordado y las máquinas
El segundo tema al que sigo dando vueltas es la relación entre bordado y computación.
Pasé muchas horas sentado frente a la bordadora digital del Ateneu fascinado por cómo funcionaba la máquina, capaz de trasladar imágenes digitales, que no dejan de ser ceros y unos, en tejidos, que tienen una materialidad más cargada de significado que otros elementos.
Junto a este embobamiento con la máquina, no exento de mucho ensayo y error, descubrí que, en realidad, mucho del desarrollo de la informática tiene que ver con el bordado y con el téxtil como industria fundamental de la revolución industrial. Lo evidencian las famosas tarjetas perforadas que fueron la base de los primeros ordenadores, y que se inspiraron en las que se usaban en los telares Jacquard, un tipo de máquina que permitía el bordado automatizado de patrones complejos. Del mismo modo, las primeras memorias informáticas se fabricaban entrelanzando hilos metálicos, proceso que se encargaba a bordadoras por su destreza en tareas similares.
El bordado como técnica, sea con máquinas o sin ellas, tiene también una ineludible capa de género que ha sido de sobras analizada por el feminismo, así como una vinculación con la memoria y la transmisión de saber intergeneracional.
Como tratar de abodarlo ahora sería abrir un melón inabarcalble, aquí lo dejo ¡Hasta la próxima!